Venían en los barcos de la muerte y la tristeza,
traían el corazón lleno de hambre y de desierto;
viajaban desde países sin bandera, sin himno y sin nombre,
eran hijos de viejos labradores y de noches sin sombra.
Carpinteros de Palestina y herreros de fraguas.
Religiones sin rumbo y dioses sin nombre..
neblinas y encinas que parieron los dioses del desierto;
oraban en secreto, a un dios de pan y lluvia,
venían con los ojos secos del desierto y el alma
con ruidos de metralla, con voces sin sonido
y cuerpos sin identidad y sin sombra que los acompañara,
sin espada, sin capa y sin gloria....
Traían sudarios de muselina, mantillas de lino
y algunos traían bien guardadas raíces
del monte de los olivos, el olor de los desamparados,
piedras de la cripta y reflejadas en sus pupilas
las llamas, quizás no tan sagradas...
-No preguntaban nada-
no sabían mentir, ni leer ni escribir..
no sabían de estatuas, de héroes ni de museos,
no se quejaban por nada, morían en silencio,
bebían tinto o agua y no reclamaban nada:
supieron aceptar la cruda realidad,
-fueron los héroes de estos siglos-.
Son los héroes de doy en día, de un mundo donde nos olvidamos que existen. Ellos sutentan nuestro mundo cómodo, y mueren en silencio.
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