Ahora, a mis setenta años, cuando dejo mis pensamientos
volar y casi siempre regresan cargados
con entrañables recuerdos de la niñez;
que por ser niños siempre son tiernos y no añejos...
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El olor a fierro liquido que quedó diluido
en mi tierno cerebro en ecos subterráneos;
para recordar aquellos armatostes humosos,
ruidosos y corrosivos hierros...
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Pero siempre simpáticos trenes, quizás fueron
de las primeras veces que camine con los pies
levantados del suelo, quitando cuando subía
en un simpático burro o en un orgulloso caballo.
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Ahora aquí desnudo y solo lo recuerdo,
Aquella primera vez que tome un tren;
-de Parchite a Ronda-
seguro que no cerré mi boca en todo el trayecto.
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Con un !Oh! de admiración, sobretodo
cuando atravesamos algún túnel;
para mis cortos años y menos vivencias,
era algo extraordinario, cuando aquel armatoste
se metía por debajo de una montaña y salía al otro lado...!
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Ahora pienso en los trenes caducos y decrépitos;
en los ojos convulsos que miran al mundo,
Nadie me vio entre las pardas encinas,
aún así tengo predilección por las distancias
y aquellos simpáticos trenes del pasado...!
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