Yo soy de allí, de donde habita el olivo,
por eso cuando hablo de él
se muy bien lo que os digo;
en los vastos jardines sin aurora.
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Donde yo sólo fui
memoria de una piedra sepultada en la ortiga;
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios,
y el bíblico olivo árbol de tronco retorcido,
nos brida sus mieses a mi y a mis amigos....
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En esa inmensa región verde de milenarios olivos
Ángel terrible, no escondas como acero
en mi pecho su ala de oro verde liquido;
y brinda toda tu gracia a los paladares más exquisitos.
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Allí donde termina esta afán que exige
un dueño a su imagen y semejanza;
poniendo su longeva vida en las manos del hombre,
sometiendo a otra vida su propia vida...
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Esta imagen que fue la penúltima, según la biblia,
que vio Jesucristo, en el monte de los olivos;
donde penas y dichas no son más que nombres,
pues aquí están los hombres y aquí el olivo....
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Allá se quedó en el recuerdo libre sin yo saberlo,
cielo, olivo y tierra, nativo entorno de un recuerdo;
disuelto en la neblina de la memoria,
de un pobre y viejo abuelo: Me gustaría
que me dieran tierra allá donde habite el olivo....!
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