El acto simple de recolectar el café,
es algo tan simple como el de la araña,
que teje su tela-trampa- en la oscuridad de la noche,
mientras que sus victimas duermen..
para que no descubran su bien elaborada
estrategia, el paso elástico del misifu
hacia el astuto y escurridizo ratón,
la mano que acaricia la espalda tibia del caballo,
el olor sideral del café mientras lo mimo,
el sabor azul con su agradable aroma de la vainilla;
me reconfortan en el fondo del día.
En el centro de estos cafetales
hay un resplandor cóncavo de helechos,
y se percibe una resonancia de insectos,
una presencia cambiante del agua en los rincones pétreos...
Tengo que reconocer aquí que no es mi experiencia
hecha de sonidos silvestres en el mundillo del café,
de trinos de siguas palmeras, de lumbres
de orquídeas en cálidos espacios forestales.
Aquí entre el verde y el rojo del café maduro,
una puesta de sol silenciosa inventa una roja pedrería;
una constelación de luciérnagas y una orquesta
de grillos anuncian con su clásico repertorio
el final del día para mis huesos agrestes...!!
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