Imagen bajada de la red.
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Todos animaban aquel muchacho, al de el polochel blanco,
el cual el balón, se enamoró muchas veces de sus pies;
eran muchas tardes en las que a la vuelta del trabajo
ya tenían el campo y el equipo formado.
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Era un gran admirador de Alfredo Diestefano,
despierto como un huracán, despierto en los cielos;
derribando todo lo que se le pusiera delante...
era la acrobacia del césped.
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Nunca arrollaba a los más débiles,
pasaba como un rayo entre ellos, como una saeta;
con el balón siempre entre sus piernas, buscaba
un pequeño hueco para lanzarlo al fondo de la maya.
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Y allá galopa con orgullo, por el centro o por la banda,
viene bajando, haciendo malabares con sus piernas;
corre encima de un rayo despidiendo rivales,
incapaces de detener a alguien que parece
no nacido en este planeta tierra.
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Y allá se vio al niño, casi hombre, por ser el más grande,
del grupo, y con más capacidades....
Mi padre lo observaba, se sonreía, y pensaba:
será este el que nos quitará de la miseria mañana...?
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Y de tanto esquivar rivales, se quedó antes de tiempo
fatigado, y el niño, se hizo viejo sin llegar a donde
todos habían deseado, ya no puede ni recoger
pelotas que tiran fuera....!
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