No sabemos si reír o llorar?
mientras con este viejo cañón comido por el oxido
y el tiempo, intentamos defender la ciudad
de Ceuta...estos tres artilleros.
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La luz, tan limpia, se demora en caer,
sobre esta fortificada ciudad de Ceuta;
la luz es leche en el instante mortecino del crepúsculo,
en su huida de esta fortaleza.
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Allá, a lo lejos se divisan los moritos
en su lento trasegar, actividad que remite;
mientras las farolas mortecinas avisan que la noche
se acerca por el horizonte.
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El bullicio de los vendedores de pescado y frutas
comienzan a recoger, sus dátiles, mandarinas y pitahayas,
para aromatizar el ambiente, una vasija con flores de azahar,
un perro vagabundo ladra en una esquina.
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No hay límite entre las tinieblas y la luz del día,
los productos de los puestos callejeros,
confunden al viandante y no imaginan
que terminarán en el restaurante de Mustafá.
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Donde terminarán las sardinas de los ojos tristes
empetadas y los calamares a la romana,
como ruedas en aros amarillos, en aquellos callejones
terminamos todos degustando estas pitanzas...
Mientras el agradable día se nos escapa....!
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