Allá por los años ochenta en El Gastor,
-Balcón de los pueblos blancos-
Una villa muy pequeña, de la sierra gaditana,
Vivía aquel hombre con tanto humor,
-Manolo "el Marto" le decían-.
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En aquella simpática villa, aún hoy día
Se conocen y se nombran por su apodo los mayores,
Algunos jóvenes rechazan esta forma de vivir,
Ellos con sus nombres americanos: Jonatan, Estefani.
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Unos pasaban por sus lentas horas recordando el pasado,
Y otros haciendo cestos de palma o esparto,
Como este nuestro amigo, "Manolo el Marto"
Que con su magnifico humor, hacía chistes y contaba anedotas.
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Se sentaban sin temor a la extinción
En las plazuelas del pueblo entre rosales y palmeras
En la solda y polvosa tarde;
Recordando a las almohadas inocentes.
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Esos cuerpos cultivados en las buenas tierras,
Con buen pan, garbanzos y sandía fresca..
En ese sentido hubo muchos veranos largos,
En charlas amenas y tardes frescas.
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Las sonrisas se cosieron a la sombra,
Y el alma se nutría al sol y la dulce breva...
Retozando tibios entre milagros perezosos,
Con el metabolismo ya bastante lento,
Creyendo que lo sabían todo sobre el diluvio universal...!
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