El azul del río aquel, que baja formando cataratas
por Caño Hondo, que ronroneaba
como un ruiseñor a nuestras espaldas.
Tus ojos trigueña, y el azul del mar Caribe,
y la rosa de Bayahibe, con su silencioso misterio,
los manglares y los haitises.
Las lágrimas secretas de la emoción y el deseo,
que mantenían mi corazón en vilo
y la danza coral de las garzas azules,
mientras sobrevolaban las azules aguas
de la misteriosa bahía de Samaná.
El antiguo embarcadero de auroras primigenias,
o el misterio que llenaban mis ojos
de infancia y naturaleza.
Que se negaba
a abandonarme y los dioses, -o Semis tainos-
con sus huellas dibujadas en mi sudorosa piel.
Todo quedó tatuado en mi piel sedienta,
de sensaciones frescas y nuevas.
Aquella mañana de un abril sereno, que me dijiste:
¿Vienes a ver los Haitises?
-Yo te dije que si, y quedé maravillado-
Ahora la fragilidad humana, el tiempo irredento,
las fuerzas de los maimones de la poesía,
que me mantienen vivo y despierto,
frente a este papel en blanco y con mi pluma
en la mano, intento retenerlo y no olvidarlo...!
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