La del vestido grana, por las tardes y por las mañanas,
me clavaba aquellas tetas en la espalda..
mientras yo bregaba con aquella dervi enana,
cuando caminábamos a la recolección de la oliva.
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Jugando a hombre y mujer ya a tan temprana edad
los niños-hombres jugando a aquel juego tan peligroso..
y aquellas tetas de quince años de por medio
y la ley del macho ibérico con pasión de enamorado
imponiéndose en aquel peligrocisimo juego del varón...
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Tetas dulcísimas o senos sonrosados de mujer,
con esa edad peligrosa de los quince años,
donde sonaba un piano, un baile, un espectáculo,
donde se rodeaban en su mudez o piano de leche.
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Abierta a los terrores del código numero uno
de la tentación, dos niños ciegos, o un hombre
y una mujer con semejante edad y menos
gorriones que la chopaleda de "Piqueras",
que no entienden de limites, piedras encaladas o fronteras.
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Sólo sabían de la magnífica magia que viene del amor,
la gran clausura, la delicia de la carne
como una inmensidad y un silencio
donde la sangre hierve a borbotones
y en oleajes bravos se estrella contra mis tímpanos.
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La sociedad reclamando prudencia;
!!Oh Dios, y aquellas tetas clavadas en mis espaldas!!
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